Cavila

“Cavilando”
En 1979, después de culminar sus estudios en la Academia Repin de San Petersburgo, Alberto Lescay Merencio regresó a Cuba con la mirada y las manos entrenadas para el dibujo y el modelado clásicos. Traía consigo además, la certeza de que la visión europea del arte, difería esencialmente de la cubana: “En el Caribe la realidad está detrás de la piel”, explica el artista. La idea, quizá bajo la forma de un gesto pictórico, o bajo el concepto de “misterio”, se insinuaba ya en sus obras. De modo que, cuando ese mismo año, Rafael Queneditt lo invitó a acercarse al Grupo Antillano, Lescay pudo sentirse halagado pero no sorprendido.
La reacción de Joel James fue otra. Las piezas de Lescay le parecían oscuras, ajenas, europeas. Su comentario –parte de una peculiar estrategia de interacción social- fue la invitación a una amistad duradera y a una serie de investigaciones sobre la cultura popular tradicional y el culto vodú en las comunidades haitianas de Cuba. Solo entonces comenzó en el creador el estudio consciente de la identidad caribeña.
“¿Qué es el Caribe?” El artista se cuestiona, CAVILA… La aprehensión conceptual del espacio, como confirma la ciencia desde inicios del siglo XX, es inseparable del estudio del tiempo. Se hacía necesario integrar el conocimiento de la Historia; tejida a su vez con las finas hebras de pequeños relatos personales, de secretos, mitos, poesías, fe, ritmo, lo real maravilloso… Cada uno de estos elementos se fusionan en Alberto Lescay y lo revelan en su dimensión de cubano, caribeño, artista, ser humano; todos ellos incorporados a la presente exposición.
Cuando Lescay se apropia artísticamente de un machete, el espectador podría preguntarse: ¿es una referencia al sistema mágico-religioso afrocubano? ¿a la Historia de Cuba ? ¿a su abuelo mambí? Ese que cavila no es solo el artista. Es el “otro” que mira el que completará el significado último de la pieza, a modo de espejo. El autor no impone, prefiere sugerir. Incluso en sus obras abstractas deja indicios figurativos, pero el núcleo es un enigma.
El Caribe en Lescay no pasa por la condición insular. Sus lienzos, sus esculturas, son “terrenas”. Los colores ocres, los tonos bajos, las texturas ásperas, la pincelada empastada, parecen desprender un olor a tierra húmeda y fértil. Y sin embargo no es asidero la tierra, sino plataforma de salto. El vuelo es leitmotiv, metáfora de libertad. Hay en la relación tierra-vuelo un sinnúmero de tensiones. Entre la materia y el espíritu, entre lo que se es y lo que se llegará a ser. El vuelo es el futuro. Es la búsqueda, infatigable, de su espacio y de sí mismo.
Esa forma de autoconsciencia que James suscitó en Lescay, vino acompañada también de una promesa: la de presentar una muestra de su quehacer artístico en cada edición del Festival del Caribe. Durante 40 años su poética ha dialogado con la de otros creadores, enriqueciendo el repertorio simbólico de las artes plásticas del territorio. Durante 40 años, Alberto Lescay, ha cumplido su palabra.
