Hoy Volamos

“Hoy Volamos”
Hay vuelos rasantes y eternos, otros entelequias del pensamiento. Hacia la tierra, vuelo en picada. Hacia el cielo, ascenso. La metáfora circunda el momento. El viaje perenne se convierte en ansia de nuestra conciencia por crecer y expandirse. ¿Es nuestro cuerpo el protagonista de esa acción o el espíritu que nos rodea? Existe cierta encrucijada a la hora de responder interrogantes como esta en la exposición del maestro Alberto Lescay Merencio. Obsérvese un estremecedor silencio que imanta al entrar a las salas de la Casa del Caribe. Cuerpos blancos desparramados en el vacío, echados a la nada o con mortales heridas. Un fuerte contraste entre carnes níveas y espacios negros cual antítesis de la vida y la muerte. La solemnidad llega a la puerta en la imagen de la Nganga Viva (1984), la misma que recibe al espectador hambriento de Caribe cada año. Ella preside el espacio y como reina victoriosa se guarda el triunfo para el final.
Fuerzas sobrenaturales parecen adueñarse del recinto. Se precisa entonces de la contemplación profunda para discernir cuánto de nuestras tradiciones populares tenemos en Makuto (2020), soberbia obra matérica que, a la postre, se convierte en resguardo de fértil cultura. Y ahí está el leño beatificado mostrando orgulloso sus magulladuras, resultado de la guerra y el tiempo. Con el hierro en los tuétanos, la flecha del indio, el machete del mambí, la huella de la bala rebelde y la sangre de negros, blancos y mestizos se convierte en alegoría de una nación impetuosa. Ábrase la tierra y plante la semilla: Makuto es un pedazo del árbol con sus variopintas raíces dentro.
Obra tan sísmica solo podría dialogar con Hoy volamos (2020), pieza que da nombre a la exposición. De similar sentido formal, el lienzo parece violar las leyes de la gravedad. Cada objeto se aferra a la tela en un sangriento ataque al cuerpo que lo alimenta. El sutil papiro que contiene la misma frase de su título nació del genio creativo del artista al imaginar que esa máxima pudo ser el llamado secreto a la Conspiración de Aponte en 1812. Es quizás por esas coincidencias que la muestra provoca inquietudes hacia ciertos pasajes de la historia cubana.
Aponte regresa del mundo de los muertos con su cabeza en las manos. Existe una analogía aleatoria entre este Fragmento (2022) de su monumento y el relato de la ascensión cristiana. Cuando en Hechos 1:10-11 dos ángeles se aparecieron junto a los galileos, ensimismados aún por la partida de Jesús, les dijeron: “¿Por qué se quedaron mirando al cielo? Ese mismo Jesús, que estuvo entre ustedes y que ha sido llevado al cielo, vendrá otra vez de la misma manera que lo han visto irse allá”. El retorno de Aponte del universo eterno complota para que su justa muerte por los derechos del hombre no sea olvidada nunca.
Lescay nos abraza con la mística de la vida más allá de nuestras carnes inertes y sus loas protectores, cual pensamientos alados, circundan el festivo sitio. A fin de cuentas, me permito tomar prestadas las palabras del entrañable Joel James Figarola: “¿Qué sería de la vida de los vivos sin la vida de los muertos?” Pues nada, un errar perpetuo sin alas para volar.
