Cuando Luis Ramírez (1968) conoció la noticia de que se realizarían unas pruebas para ingresar al Instituto Superior de Diseño (ISDI) en la Habana, se encontraba en una noche festiva del distrito santiaguero José Martí. Solo le bastaron horas para presentarse con lápiz en mano y la certeza de querer dedicar su vida al diseño. Así comenzó la aventura de empeño, dedicación, investigación y proyectos que alcanza hoy más de 30 años de labor. Todo un viaje de constante aprendizaje, de perfeccionamiento en cada detalle cual reloj impoluto ha sido el camino y a su vez el reto.
Luis Ramírez es un eterno enamorado de su profesión. Para nuestro diseñador industrial nada puede desvirtuar la esencia y los principios de los productos nacionales. Desde la calidez de la gala de premiación en el Hotel Nacional con sus visuales al mar se nos reveló el hombre sencillo y trabajador incansable.
MRA: ¿Cuáles han sido los retos de hacer diseño industrial a lo largo de su carrera?
L.R: Han sido varios. Primero poder satisfacer con mi especialidad las necesidades de la mayor cantidad de personas posibles. El diseño es más que una carrera, el diseño es una manera de hacer bien. Haber tenido la oportunidad de estudiar esta especialidad, ejercerla de la manera en que lo he hecho durante todos estos años me ha permitido apreciar los detalles y ser muy sensible a todo lo que me rodea. Todos percibimos y convivimos con una serie de insatisfacciones y necesidades diarias por resolver y cuando esto sucede pienso en diversas soluciones para satisfacerlas de la manera más sencilla, práctica y realizable posible e intento lograr resultados donde la utilidad venga acompañada de todos sus matices. Considero que cuando logramos esto ya el reto y toda la dedicación que se le pone a cada uno de los proyectos en los que nos involucramos valieron la pena.




MRA: Eres un creador muy activo y siempre estás al tanto en tu campo de acción ¿Cuáles han sido los precedentes del diseño cubano y cómo evalúas el estado del diseño en Cuba actualmente?
L.R: Siento que desde principios de la Revolución se comprendió que un nuevo proyecto de cambio tenía que venir acompañado de una propuesta cultural, visual y de progreso material propio con alto valor funcional y estético, prestando un apoyo inmediato a cada una de estas especialidades y a sus creadores. Nombres como el de Clara Porset y Gonzalo Córdoba con todo su equipo de trabajo en la EMPROVA crearon precedentes y metas difíciles de igualar, pero conceptos y caminos muy claros por donde andar. Yo creo en un diseño cubano que parte de nuestra esencia, de las costumbres cotidianas, que respeta nuestro clima y ambientes diversos, que no olvida nuestra cultura material propia y los oficios aprendidos, donde lo útil a partir de lo nuestro es lo que prevalece y define una identidad material de alto valor cultural, funcional y estético.
A mediados de los años ochenta del siglo XX se creó el Instituto Superior de Diseño y desde sus primeras graduaciones la dirección del país y del diseño en Cuba priorizaron que todo lo que se diseñara y produjera debía de ser cubano, generando considerables beneficios sociales, funcionales, culturales y económicos. Hoy todo esto ha cambiado a pesar de los grandes esfuerzos de quienes confiamos y batallamos por salvar lo nuestro, el apoyo al diseño cubano y todo lo que esto significa es casi invisible, sin embargo los diseñadores cubanos seguimos reinventando formas de cómo lograr que nuestras creaciones lleguen a su meta y nuestros diseños comiencen a ser visibles, usados, útiles. La Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana continúa priorizando el diseño en cada uno de sus proyectos. Asimismo, las nuevas formas de gestión no estatal más sensibles y preocupadas por su imagen y excelencia en los servicios han creado algunos nichos de posibilidades que se irán incrementando y que, de alguna manera, volverán a hacer visible y mostrarán el resultado de lo bien aprendido y marcarán diferencias. Es incomprensible y genera un grado de insatisfacción profesional y popular generalizado que luego de tantos años de experiencia demostrada en tantos espacios creados por especialistas cubanos, hoy se contraten a especialistas extranjeros, proyectos llave en mano de grandes instalaciones hoteleras completamente ajenas a nuestra identidad en su expresión arquitectónica y en el diseño interior. Muchos talleres del país podrían estar produciendo para cada uno de estos espacios, posibles vitrinas de lo mejor de nuestras creaciones artísticas, arquitectura y diseño, esa es la nación que debemos mostrar, la nuestra y con esto seremos más fuertes, confiables, respetados y creíbles.



MRA: ¿Existe algún proyecto o sueño que quisieras lograr o que te falta por desarrollar?
L.R: Hasta ahora no he pensado en eso. He tratado siempre de ir ajustando mi camino por el diseño en cada momento. Quizás porque nuestro país está constantemente en tensiones que no dejan mucho espacio para pensar qué haremos mañana; acá esa tranquilidad para meditar y programar no existe. Sin embargo sí he tenido la posibilidad de diseñar para muchas industrias diferentes, en el campo de la cerámica, el mobiliario, las luminarias fundamentalmente y siento que donde quiera que esté la necesidad, donde quiera que exista la posibilidad de hacer bien a través del diseño, ahí estaré.

MRA: Dentro del diseño industrial, esfera a la cual le has dedicado tu vida profesional, ¿qué elementos no pueden faltar en la obra de Luis Ramírez? ¿Cuál sería el ABC dentro de los proyectos que desarrollas?
L.R: La sencillez. Eso no quiere decir que no tenga en cuenta la estética. La estética para mi es una función imprescindible, no es una adición. Respetar cada uno de los pasos tecnológicos, funcionales, formales, utilitarios, estéticos y comerciales de un producto y en cada uno tratar de simplificarlo de manera tal que ese objeto sea lo mejor producible posible con el menor costo y la mayor utilidad. La limpieza en las formas, la articulación entre estas y el uso de las proporciones adecuadas son parámetros a seguir en mis proyectos. Nunca verás en mis productos ni en los ambientes que diseño un elemento superfluo.



MRA: ¿Crees que con esos conceptos Cuba puede posicionarse en un mercado internacional?
L.R: Para poder posicionar el diseño a nivel internacional no basta con las herramientas conceptuales y técnicas de la profesión, ni tampoco con los presupuestos que cada uno define en su quehacer diario. Es preciso, ante todo, que exista una voluntad política que brinde el apoyo necesario para que esto suceda. La experiencia pasada lo demuestra. En los años sesenta y setenta del siglo XX, Celia Sánchez estaba clara, aunque no era arquitecta o diseñadora que, haciendo un diseño revolucionario, una arquitectura revolucionaria, una artesanía revolucionaria, un arte revolucionario, el socialismo se fortalecía. No era solamente hacer un cambio económico o político, había que hacer también un cambio cultural y dentro de lo cultural estaba el diseño. No por gusto Celia llamó inmediatamente a los mejores diseñadores y arquitectos nacionales para que diseñaran la nueva Cuba. Resolver lo cotidiano de una manera funcional, hermosa y austera pero con una calidad óptima fueron los preceptos fundamentales. Cuba se posicionó en ese momento a nivel internacional, se abrieron tiendas en París, Suiza e Italia. Se participó en diversas Ferias en Europa y América, obteniendo premios y reconocimientos sin precedentes. Mirar críticamente el pasado permitirá encausar el camino hacia ese diseño verdaderamente nacional en cuya propia naturaleza y esencia devendrá más internacional.






MRA: ¿Qué significa o representa el Premio Nacional de Diseño para Luis Ramírez en el contexto actual?
L.R: Significa una absoluta provocación para, desde el diseño, continuar apostando por lo inesperado, impredecible, pero ineludible como lo es -el propio hecho- de convertir aquello que tenemos y a veces no valoramos ya sea en productos u óptimas soluciones ante cualquier problema por resolver. Incentiva, al mismo tiempo, a generar espacios de encuentros, debates, talleres, exposiciones, bienales y tantos otros eventos. En el marco institucional de la Fundación Caguayo para las Artes Monumentales y Aplicadas de la cual soy parte y desde sus predios seguiré defendiendo los valores del diseño: ese que sana, calma, alegra, organiza, optimiza y confiere la calidad de vida tan necesaria siempre para todos.













Por: MSc. Maciel Reyes Aguilera
Especialista de la Fundación Caguayo